Durante años creí que necesitaba hacer más, estudiar más, lograr más para sentirme suficiente.

Me gradué de Relaciones Internacionales en el Tec de Monterrey, tengo un Máster en Marketing Digital y he trabajado con personas increíbles alrededor del mundo, colaborando en proyectos con empresas de e-learning, IA y figuras públicas globales. Desde afuera, todo parecía ir bien.
Pero por dentro, me sentía estancada, desconectada… como si hubiera perdido de vista mis propios sueños.

Fue en un cumpleaños —cuando el deseo frente a las velitas se sintió vacío— que entendí que había construido una versión de mí basada en el deber ser, pero me había alejado de mi esencia.

Ahí comenzó mi reencuentro con la creatividad.
No como un hobby, sino como un camino de regreso a mí.

Descubrí que era una creativa que solía llevar las ideas a la acción tan rápido que las quemaba pronto… y luego sentía que no había más posibilidades. Pero de toda esa combustión, nacieron aprendizajes valiosos que me enseñaron cómo llevar las ideas a la acción con intención y dirección.

Empecé a escribir sin expectativas, a bailar por el simple gozo de moverme, a dejarme guiar por la curiosidad. Aprendí a crear sin buscar validación, a abrazar mis múltiples intereses y a transformar la duda en dirección.

Hoy acompaño a mujeres que, como yo, alguna vez se sintieron perdidas entre tantas expectativas, a dar vida a sus ideas y proyectos desde un lugar auténtico y creativo.

Porque creo en vivir de las ideas y en hacer que los demás vivan de las suyas.